viernes, 13 de noviembre de 2009

De la indiferencia hay que pasar a las acciones

La tragedia en el Lago de Atitlán no surgió de la noche a la mañana. Los primeros indicios de que se alteraba su ecosistema se descubrieron en 1976, cuando la doctora Margaret Dix encontró ese microorganismo en el lago gracias a un análisis.
El biólogo Pablo Mayorga estableció en el 2001 que el agua del lago contenía exceso de nutrientes; entre estos, fósforo.
Mayorga explicó que eso lo comprobó cuando tomó una muestra del agua y expuso en ella un alga, la cual creció con rapidez.
El científico afirmó: “Algo contenía el lago, aunque no lo identifiqué”.
Nery Paz, director ejecutivo de la Autoridad del Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Atitlán y su Entorno, dijo que en 1995 también floreció la cianobacteria sobre la superficie del lago, pero no en grandes cantidades.
En el 2008 se advirtió la presencia de la cianobacteria frente a las poblaciones de San Lucas y de Santiago.
Nuevamente vemos con mucha preocupación que por la falta de planificación uno de los lagos mas importantes del país y uno del los destinos turísticos mas bellos, se encuentra en peligro el crecimiento de cianotoxinas que tienen su origen en el desequilibrio del ecosistema producto de la contaminación.
Es increíble que durante tantos muchos años se haya invertido en estudios, se han creado organizaciones y se han propuesto soluciones, y sin embargo nada se ha llevado a cabo, esperamos a que la situación llegue a un punto extremo para pensar en tomar alguna acción.

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